Datos personales

Nací en Córdoba. Mis compañeros de estudios en el Instituto Fidiana me llamaban Tovarich. Participé en las movilizaciones fidianeras reivindicando tener un edificio propio. Miembro de la Plataforma de Estudiantes de la JOC. Militante de la JOC (1996-2001). Presidente del Consejo de Estudiantes de Filosofía y Letras de la UCO en el curso 97/98. Militante del Partido Comunista de España desde 1997, del que he sido Secretario Provincial en Córdoba desde marzo de 2010 hasta noviembre de 2011. Director de cordobaroja.es

jueves, 25 de agosto de 2011

Democracia y Capitalismo con perspectiva histórica


"Esta reforma implica más mercado, menos democracia" ha dicho hoy el Coordinador General de Izquierda Unida, camarada Cayo Lara, refiriéndose a la reforma constitucional que negocian PSOE y PP. Ayer la ministra Salgado decía que la reforma se realizaba para contentar a los mercados, y yo que creía que las constituciones se hacían para contentar al Pueblo.
La semana pasada se cumplió veinte años del derrumbe de la Unión Soviética, en estas dos décadas se ha intensificado el mito, que venía de antes, de equiparar democracia con capitalismo. Ecuación que viene a decir que la democracia lleva al capitalismo y el capitalismo a la democracia.
Partamos de una realidad básica: el capitalismo beneficia a una minoría perjudicando a una mayoría . Obviamente si la democracia es el gobierno del pueblo, y dado que los consensos no son cosa fácil cuando hay intereses contrapuestos, deben de existir una mayoría y una minoría. Si la mayoría perjudicada por el capitalismo es consciente de ello impondrá en democracia sus intereses contrarios al capitalismo (vease el caso del Chile de Allende, por no mencionar los procesos latinoamericanos actuales)
En la historia está reflejada claramente que capitalismo y democracia no solo es lo mismo, sino que son opuestos.
La Revolución Francesa se suele presentar como el paso de un Régimen, en el que el Poder estaba en manos exclusivas del Rey y la Nobleza, a otro llamado democracia. Sin embargo, en 1789, los burgueses, después de derrotar a la Nobleza, excluyen a las capas populares del Poder, hasta tal punto que, como el Pueblo no se quedaba conforme sacaron una norma para proclamar la ley marcial en caso de revuelta popular por la carestía de la vida, la ley marcial quedaba anunciada con una bandera roja, de ahí que la bandera roja pasase a significar protesta de la clase obrera. Se estableció el sufragio censitario -en el que sólo votaba los que pagaban un x de impuestos, o sea los ricos- excluyendo a los pobres. Robespierre, defensor del voto universal, ironizaba sobre vincular el voto al pago de una determinada cantidad de impuestos diciendo: "Si aquel que no paga un impuesto equivalente a una jornada de trabajo tiene menos derecho que aquel que paga tres jornadas de trabajo, aquel que paga diez jornadas tiene más derecho que aquel que cuyo impuesto equivale solo al valor de tres". Queda claro que la intención de la mayoría de los legisladores de 1789 no era hacer una democracia, sino un gobierno de ricos.
Durante buena parte del siglo XIX no tuvieron los trabajadores derecho al voto, con lo que quedaban excluidos del poder político. Sólo los ricos tenían derecho a voto, sólo los ricos eran elegidos y, por lo tanto, las leyes beneficiaban sólo a los ricos. Aquello no era democracia, sino liberalismo, y aunque hubiesen elecciones y pluralismo político era un dictadura, a la que Marx contrapuso la del Proletariado.
En el caso de España, apellidos, como Queipo de Llano, Primo de Rivera, Milans del Bosch -o por supuesto la rama isabelina de los Borbón- eran grandes liberales del siglo XIX que en el veinte fueron apellidos vinculados al fascismo. ¿Cómo es posible este tránsito de defender los derechos individuales y las urnas a negarlas? Pues por que los liberales defendían las urnas si estas beneficiaban al capital. Al democratizarse las urnas y empezar a imponerse los intereses populares sobre los del capital, los defensores de este necesitan excluir al pueblo del poder político, llevándose por delante si hace falta las urnas. El liberal pasa a ser fascista.
Hoy asistimos a cómo la limitada democracia de 1978 se quiere convertir en neoliberal. Cómo con su reforma PSOE, PP y nacionalistas catalanes y vascos están diciéndole a la ciudadanía que no podrá hacer otra política económica distinta a la neoliberal. Se está amputando a la soberanía popular la decisión sobre lo económico nada más y nada menos. Se está transformando la democracia en liberalismo. Se está excluyendo de la Constitución a las capas populares.

martes, 23 de agosto de 2011

Alerta: Constitución Mutante a la vista


Acabo de leer en prensa la propuesta del Presidente del Gobierno sobre reformar la Constitución para reducir el déficit por ley.

La propuesta, que viene a colación de la realizada por Merkel y Sarkozy, es tremendamente grave para los intereses de las capas populares.

Esta modificación significa la mutación diestra de la Constitución, una mutación que supone de hecho la muerte la Transición.

Ya señalé en una reflexión anterior que el año pasado el régimen juancarlista daba muestras de crisis. Lo de hoy no es sino el agravamiento de esta situación.

Se ha dicho muchas veces que la Transición era un acuerdo entre derecha e izquierda para lograr un marco democrático de convivencia. Ese acuerdo suponía por parte de la izquierda la renuncia a la república y al federalismo a cambio del reconocimiento de una serie de derechos sociales, entre los que cabe destacar el derecho al trabajo o a la vivienda digna, además de constitucionalizarse la planificación de la economía.

Ya en 1996, Julio Anguita, entonces Secretario General del PCE, dio por roto el pacto como consecuencia del Tratado de Maastricht, ya que la carga neoliberal de este dejaba como papel mojado los derechos sociales de la Carta Magna. Desde entonces se ha producido el renacer del republicanismo en España.

En todos estos años hemos vivido una situación paradójica; una Constitución con una importante carga social en su artículado, incumplida por las políticas neoliberales de gobiernos del PSOE y del PP. Pero la Constitución, formalmente, mantenía el reconocimiento de los derechos sociales.

Hoy de lo que se trata, con la propuesta de Zapatero y del PSOE y apoyada por el PP, no es otra cosa que eliminar de un plumazo la carga social que -aunque sea de forma ornamental- tiene la Constitución. Supone eliminar la última posibilidad -aunque sea teórica- de realizar otra política económica distinta de la neoliberal en el marco de la Carta Magna, ya que supone constitucionalizar uno de los principios del neoliberalismo, como es la reducción del deficit público. Reducción que nunca se ha hecho en estos años a través de aumentar los ingresos (entre otra fórmulas luchando contra el fraude fiscal, restableciendo el impuesto de patrimonio o aumentado el carácter progresivo en la política fiscal -algo que, por cierto, dice la Constitución en su artículo 31.1-) sino que siempre la reducción del deficit se hace con congelación de la pensiones, recorte en los salarios de los empleados públicos, retraso de la edad de jubilación, copago en la sanidad o un empeoramiento de los servicios relacionados con el Estado y que van dirigidos a los sectores desfavorecidos.

En definitiva, reducir déficit público significa siempre perjudicar los trabajadores/as y a sus familias, así como a las capas populares en general y nunca perjuicio, sino más bien beneficio, para los capitalistas.

Por ello, la medida anunciada hoy supone una mutación en el ADN de la Constitución de 1978, una mutación que elimina la carga genética de la madre, que fue la izquierda, ya que fue ella la que tuvo que hacer renuncias, sufrir en el parto y olvidarse de los dolores pasados para que la criatura naciera.