“Dicen que la patria es/ un fusil
y una bandera/ mi Patria son mis hermanos/ que están labrando la
tierra”, así empezaba una canción del grupo chileno Quilapayún, y a pesar de corresponder a otro
país, otro continente y otra época, en mi opinión responde muy
bien a este 12 de octubre que acaba de pasar. Si observamos las
fiestas nacionales de otros países se celebran en unos casos en el
momento de la independencia del mismo (p. ej. EEUU -4 de julio-), el
momento del nacimiento de un nuevo concepto de nación (Francia -14
de julio- o Cuba – 26 de julio-) o el nacimiento de un actual
régimen político (China -1º de Octubre-). En cualquier caso,
podemos extraer de este hecho dos conclusiones; la primera, que la de
España no se corresponde con ninguno de estos casos, es más ni
siquiera el acontecimiento conmemorado en esa fecha se produjo en
España, sino en una isla llamada, en aquel momento, Guanahaní y situada al otro lado del Atlántico. La segunda conclusiones es que la
conmemoración de la Fiesta Nacional siempre encierra un concepto de
nación, y se recuerda el nacimiento de un estado basado en ese concepto de nación.
El problema de España es que nunca ha
tenido un concepto de nación unitario, ya que hay amplios sectores
de la sociedad española (la definida por la Constitución de 1978)
que no se sienten identificados con el concepto de nación vigente o que tan siquiera se sienten vinculados (numerosos ciudadano en determinadas regiones)
al concepto de nación actual. En otros países los símbolos
nacionales son compartidos por la izquierda y por la derecha. En
España no. Y ello es posible, no porque la izquierda no ame a
España, sino porque su concepto de España es otro distinto al
vigente, heredero directo -y más ahora- del franquista.
Estamos acostumbrados, tenemos hasta
asumido, definir a los bandos que se enfrentaron en la Guerra Civil
como nacionales y republicanos. Definirlos así supone ya un
posicionamiento ideológico criptofranquista; ¿Por qué los fascistas
son los nacionales? ¿No eran españoles los republicanos? ¿No era
patriotas? Se está asimilando ser nacional, ser español a ser
fascista o al menos al concepto de España que defendían los
fascistas; una España eterna, inalterable, católica, imperial,
castellana. El 12 de octubre responde a la perfección a ese
concepto.
Sin embargo, hay quien se puede llevar la sorpresa de
los contenidos patrióticos de los discursos de los dirigentes de
todas las tendencias de la zona republicana. Vinculando la
resistencia republicana, especialmente la madrileña, al 2 de mayo y
a la lucha contra el otro invasor; si en 1808 fueron los franceses
ahora, en 1936, era el nazifascismo.
Por lo tanto, se enfrentan
entre 1936 a 1939 dos conceptos de patria; una católica,
inalterable, imperial y castellana; otro republicano, laico,
respetuoso con las nacionalidades que componen España y democrático
y con fuerte componente social.
Estos dos conceptos se mantuvieron
durante toda la dictadura; es en la Transición cuando -como en
tantas cuestiones- se termina imponiendo el concepto retrógrado de
España, incluyendo que pasaban a ser los símbolos de la España
democrática los mismos del fascismo que acabó con la democracia
republicana (la bandera bicolor y la marcha granadera como himno).
Esto llevó a las gentes de izquierdas a refugiarse en los símbolos
-también constitucionales- de las autonomías, al fin y al cabo era
la descentralización una clara victoria sobre el franquismo, y por
ello una conquista democrática. Las banderas autonómicas
sustituyeron a la ocultada bandera tricolor en una insumisión a tomar como propia la “democrática” bandera que impuso el fascismo por las
armas. La consecuencia fue que la derecha, Alianza Popular (hoy
Partido Popular) patrimonializó el patriotismo. Eso sí, no cambió
el concepto de nación del franquismo; y esto nos lleva a la idea de
“españolizar a los niños catalanes” , cuando debiera haber dicho el ministro Wert “castellanizar” o ¿es que los catalanes no son españoles?; al ministro Soria, hace unos meses, le da un arrebato de patriotismo imperial y amenaza a Argentina por nacionalizar algo que en origen era
criollo; a la vicepresidenta le posee el patriotismo nacionalcatólico de vestirse, para ir
Vaticano, como un personaje sacado de la serie “Amar en tiempos
revueltos”; el mismo nacionalcatolicismo que lleva al Ayuntamiento
de Córdoba a montar altares en la propia casa consistorial o a
transformar la cabalgata de los Reyes Magos en un conato de procesión
semanasantera; o a querer enfrentar caimanes contra vírgenes en la
festividad de la Fuensanta, logrando el elogio del su Ilustrísima
“el camarada Dimitri”, como llaman al actual obispo de Córdoba,
quien agradeció “a todos los que han contribuido para que esta fiesta sea de la Virgen y no del Caimán”.
Y mientras hacen todo esto o envuelven a las ciudades españoles
en macrobanderas bicolores no son capaces, o tal vez ni se lo
plantean, de defender la soberanía española frente a los ataques
que recibimos desde el extranjero, en concreto desde el capitalismo, de las entidades financieras y demás cómplices que no dudan en
hundir en la miseria pueblos, entre otros a España.
Cada vez que sacan esos discursos
nacionalcatólicos yo no puedo sino recordar una frase de Robespierre
que dice: “La esencia de la república o de la democracia es la
igualdad, se concluye de ello que el amor a la patria abarca
necesariamente el amor a la igualdad. Es verdad que también este
sentimiento sublime supone la prioridad del interés público sobre
todos los intereses particulares”
Podrán generarse discursos nacionales
basados en esencias inalterables -sea en el nacionalismo español,
catalán, vasco o de donde sera-. Podrán coger la bandera para
demostrar los patriotas que son, pero ¿cómo se puede ser decir
que se defiende a España cuando se está machacando a los españoles?También publicado en larepublica.es